Tuesday, February 21, 2006
De new York a Ohio...visita multicultural (capitulo 1) - Español
El sábado, Victor y yo decidimos coger el coche y adentrarnos en los Estados Unidos de América. Los objetivos varios: desconectar del estrés de Nueva York y buscar nuevas aventuras en los estados más “americanos”. Una de las ideas era visitar una población bastante particular que habita en las colinas de Pennsylvania y Ohio: los AMISH. (no os perdais el link)
Y, nada…empezamos nuestra ruta alquilando un pequeño Honda en Nueva York. La suerte del viaje estaba en el GPS que estaría a nuestro lado en todo momento, nuestra amiga Marisa (dobladora del sistema) nos mantuvo protegidos en todo momento.
Salir de la ciudad de Nueva York ya nos tomó más de lo habitual, como siempre, pero nos pusimos en ruta rápidamente hacia la primera ciudad: Harrisburg (capital del estado de Pennsylvania). El frío era como nuestra ilusión: intensa y, al mismo tiempo, desbordada. Los parajes verdes de Nueva Jersey cada vez tomaban un color más y más amarillo, propio de los Estados más centrales. Las granjas, los túneles, así como la población mayoritariamente blanca, marcaban una frontera cada vez más limitada en comparación a la ciudad de Nueva York.Y siguiendo el camino, milla a milla, llegamos a la capital del Estado de la Libertad: Harrisburg. Sólo el aire y el frío eran nuestros acompañantes, tiendas con ventanas medio opacas, y carteles de metal en el suelo se difundían en un río y un atardecer que, por sorpresa, parecía inminente. A lo lejos, el bar abierto…Y dentro del bar, algunos ciudadanos que aún osaban mirar al forastero con ojos de hostilidad. Pero Eva, la camarera del bar, con su bolígrafo perdido en sus rizos, hizo la función de mesera…Su mirada, cansada de contemplar las mismas caras día sí, día también, nos ofreció todo tipo de sonrisas, así como cigarrillos que, no sé por qué, median 5 centímetros más que los neoyorkinos…Y, entre dos wraps de pollo y un poco de interés, el “lunch-dinner” nos dio la energía para seguir nuestro camino interestatal…
El peaje fue el primer trastorno grave de esta pequeña excursión.Sin dinero en efectivo y, con la seguridad que en USA, las tarjetas son firmes acompañantes, nos vimos denunciados, humillados y retirados de carné de conducir a las puertas de los Grandes Lagos...Le retiraron la licencia a Victorino hasta que encontráramos un cajero y devolver los $10.50 que debíamos al Estado...Perdidos durante 20 minutos, pudimos solventar este pequeño dolor de cabeza...Mareos propios de leer en el coche, canciones de Mecano y varios remixes de Cd’s perdidos, concluyeron con sólo divisar unos rascacielos a lo lejos de un valle: estábamos llegando a Pittsburgh (ciudad más grande del Estado de Pennsylvania). Al adentrarnos cerca del núcleo urbano, pudimos deducir que la hora de llegada no era la más adecuada…Aparcamos el coche debajo de un puente de hierro, digno de un barrio industrial de ciudad dormitorio. Pittsburg es una ciudad de unos 500.000 habitantes, cuna de la industrialización norteamericana centrada en el acero y madre de la marca Heinz (la del ketchup). La ciudad está dividida por el río Ohio y todos los letreros de la ciudad animan a seguir con sus tradiciones del acero: Go Steelers!!! La parte sur del río se define más como centro financiero y, al no encontrar ni un ánima por la calle (ni en el triste metro...que era metro por no decir tranvía subterraneo), decidimos mirar a través del río y dirigirnos a la parte sur....Allí había más bares, restaurantes pero...no había nadie...Sólo el recepcionista del Hotel Sheraton Pittsburgh que nos ofreció una habitación modesta en la planta 7, con vistas a las vías del tren de mercancías...vaya noche!! Hasta el Victorino sugetaba la lámpara en estado inconsciente de sueño! La botella de Vino del Hard Rock fue, de nuevo, la comadrona que nos hizo renacer y la cama del hotel (patentada y tó) fue la cuna que nos envolvió esa noche, interrumpida, eso sí por algún que otro sobresalto provocado por los vagones del tren...
to be continued....
Y, nada…empezamos nuestra ruta alquilando un pequeño Honda en Nueva York. La suerte del viaje estaba en el GPS que estaría a nuestro lado en todo momento, nuestra amiga Marisa (dobladora del sistema) nos mantuvo protegidos en todo momento.
Salir de la ciudad de Nueva York ya nos tomó más de lo habitual, como siempre, pero nos pusimos en ruta rápidamente hacia la primera ciudad: Harrisburg (capital del estado de Pennsylvania). El frío era como nuestra ilusión: intensa y, al mismo tiempo, desbordada. Los parajes verdes de Nueva Jersey cada vez tomaban un color más y más amarillo, propio de los Estados más centrales. Las granjas, los túneles, así como la población mayoritariamente blanca, marcaban una frontera cada vez más limitada en comparación a la ciudad de Nueva York.Y siguiendo el camino, milla a milla, llegamos a la capital del Estado de la Libertad: Harrisburg. Sólo el aire y el frío eran nuestros acompañantes, tiendas con ventanas medio opacas, y carteles de metal en el suelo se difundían en un río y un atardecer que, por sorpresa, parecía inminente. A lo lejos, el bar abierto…Y dentro del bar, algunos ciudadanos que aún osaban mirar al forastero con ojos de hostilidad. Pero Eva, la camarera del bar, con su bolígrafo perdido en sus rizos, hizo la función de mesera…Su mirada, cansada de contemplar las mismas caras día sí, día también, nos ofreció todo tipo de sonrisas, así como cigarrillos que, no sé por qué, median 5 centímetros más que los neoyorkinos…Y, entre dos wraps de pollo y un poco de interés, el “lunch-dinner” nos dio la energía para seguir nuestro camino interestatal…
El peaje fue el primer trastorno grave de esta pequeña excursión.Sin dinero en efectivo y, con la seguridad que en USA, las tarjetas son firmes acompañantes, nos vimos denunciados, humillados y retirados de carné de conducir a las puertas de los Grandes Lagos...Le retiraron la licencia a Victorino hasta que encontráramos un cajero y devolver los $10.50 que debíamos al Estado...Perdidos durante 20 minutos, pudimos solventar este pequeño dolor de cabeza...Mareos propios de leer en el coche, canciones de Mecano y varios remixes de Cd’s perdidos, concluyeron con sólo divisar unos rascacielos a lo lejos de un valle: estábamos llegando a Pittsburgh (ciudad más grande del Estado de Pennsylvania). Al adentrarnos cerca del núcleo urbano, pudimos deducir que la hora de llegada no era la más adecuada…Aparcamos el coche debajo de un puente de hierro, digno de un barrio industrial de ciudad dormitorio. Pittsburg es una ciudad de unos 500.000 habitantes, cuna de la industrialización norteamericana centrada en el acero y madre de la marca Heinz (la del ketchup). La ciudad está dividida por el río Ohio y todos los letreros de la ciudad animan a seguir con sus tradiciones del acero: Go Steelers!!! La parte sur del río se define más como centro financiero y, al no encontrar ni un ánima por la calle (ni en el triste metro...que era metro por no decir tranvía subterraneo), decidimos mirar a través del río y dirigirnos a la parte sur....Allí había más bares, restaurantes pero...no había nadie...Sólo el recepcionista del Hotel Sheraton Pittsburgh que nos ofreció una habitación modesta en la planta 7, con vistas a las vías del tren de mercancías...vaya noche!! Hasta el Victorino sugetaba la lámpara en estado inconsciente de sueño! La botella de Vino del Hard Rock fue, de nuevo, la comadrona que nos hizo renacer y la cama del hotel (patentada y tó) fue la cuna que nos envolvió esa noche, interrumpida, eso sí por algún que otro sobresalto provocado por los vagones del tren...
to be continued....